Un poco de historia sobre los bonos convertibles
Si usted es uno de los afectados por la manzana envenenada de los bonos convertibles del Banco Popular, no necesita leer este párrafo, aunque ya se sabe que, quien no conoce su historia está condenado a repetirla. Pero bueno, vayamos al grano.
El Banco Popular Español fue fundado en 1926 en Sevilla con un capital fundacional de diez millones de pesetas (60.000€) por Emilio González-Llana Fagoaga, político conservador que convenció al propio Alfonso XIII para convertirse en uno de los primeros accionistas de su banco y con una denominación que hoy parece irónica: “Banco Popular de los Previsores del Porvenir”.
Durante los 90 años siguientes, el banco creció, se reprodujo y finalmente, gracias al mecanismo único europeo de resolución de entidades bancarias murió bueno, en realidad no. Lo cierto es que fue subastado y adquirido por el Banco Santander al módico precio de un euro. Gracias a ello, los accionistas del Popular perdieron el 100% de su inversión en la entidad, aunque esa es otra historia. Nosotros nos centraremos ahora en los bonos convertibles.
Una agonía que había empezado varios meses antes y que se agravó en los días anteriores a la venta, perdiendo más del 50% de su valor, intoxicado por los activos inmobiliarios que, en años anteriores, habían provocado la mayor crisis financiera en siglos.
La historia había comenzado años antes, como puede suponerse, pero en lo que a nosotros nos interesa, vamos a viajar hasta el año 2009, en el que el Popular había empezado a tener tos, fiebre y un aspecto poco saludable.
Por eso, allá por 2009, con el fin de fortalecer sus recursos propios y su solvencia, la entidad sacó al mercado 700 millones de euros a 3,64 € por título para realizar un canje con carácter unilateral en octubre de 2013 (vaya con el trece). Se trataba de un producto complejo, convertible en acciones con un interés fijo que finalmente supuso una pérdida para los clientes.
La cosa pintaba bastante bien, ya que se ofrecía un interés fijo del 7% durante el primer año, más una remuneración del Euríbor a tres meses a los que podríamos sumar un 4% adicional para los años siguientes. Una hermosa, brillante y suculenta manzana roja cuya emisión vencía en 2013, porque la cotización real de las acciones del popular iba cuesta abajo y sin frenos.
En 2012, el Popular aprueba una nueva emisión de acciones destinada a los afectados de 2009, a fin de intentar evitar mayores pérdidas a los titulares (se calcula que ya andaban por aquel entonces alrededor del 52%) abriendo ventanas trimestrales de liquidez y fijando un plazo de 20 días para la última conversión voluntaria: entre el 4 y 24 de agosto. En caso de no acogerse voluntariamente a este canje voluntario, la entidad fija el 25 de noviembre de 2015 como fecha tope para la conversión obligatoria.
Como se veía venir el iceberg ya desde lejos, se intentó buscar una solución para no colisionar contra él, complicando aún más lo que ya de por sí fue complejo desde su nacimiento.
¿Has entendido algo? Pues igual les ocurrió a los afectados. Veréis, la entidad fijó el precio por acción en 17,69€, cantidad surrealista teniendo en cuenta que en aquellas fechas su valor real estaba por debajo de 3,7 € por acción y bajando. El resultado de la colisión con el iceberg: pérdidas cercanas al 80% de lo invertido, aunque el banco las situaba en torno a un 35% descontando los intereses que los inversores habían cobrado hasta la fecha.
El 95% de los afectados por los bonos convertibles, aceptaron la oferta del banco en 2012 y se conformaron con las pérdidas. Los pocos que rechazaron la manzana y demandaron a la entidad vieron como algún tiempo después sus pretensiones se reconocieron con sentencias favorables.
En resumen, una inmensa mayoría de clientes, inexpertos y en su mayor parte confiando en su “banco de toda la vida”, aceptaron morder una jugosa, brillante y deliciosa manzana roja ofrecida por una mano inocente, inofensiva, pero sólo en apariencia.
Había empezado el calvario para miles de personas que vieron cómo inexplicablemente se había esfumado su dinero, sin más recursos que el conformarse y confiar en que “alguien” tendría que ponerle solución a esto.
Y sí, hay solución. Como la hay con otros abusos bancarios (cláusula suelo, cláusula de gastos…) Lo veremos en la segunda parte del artículo, aunque ya os adelanto que no es sencilla y vamos a necesitar la ayuda de profesionales expertos.